Resultados del Concurso 50º Aniversario de la Asociación Planeta Gallifrey
Los lectores de este blog han votado. El jurado ha decidido y ya tenemos ganadores de nuestro concurso 50º Aniversario. Los resultados son:
Modalidad de literatura
Dado el número de participantes y la calidad de las obras presentadas se han seleccionado tres premios.
Primer premio: ha correspondido a Pablo Begué por su relato "La Companion", favorito de los lectores del blog y que nos presentaba a un Doctor al final de su vida que recibe una ayuda inesperada.
Segundo premio: ha correspondido a Rubén Lara Palacios por su relato "Los Viajes del Abuelo", que ha impresionado por su emotividad dentro de la brevedad.
Tercer premio: ha correspondido a Alfredo Zapata Ramirez por su relato "El Zoo de Galaptodar", una historia con estructura de episodio de la serie, mensaje y misterio final.
Estas son las obras:
La Companion
Hacía ya unos días que no se sentía joven. Bien pensado,
hacía años que ya no lo era, pero hasta entonces sus ánimos no lo había notado.
Dejó la taza sobre la hierba a su lado. El aroma del té que había conseguido en
su viaje con Marco Polo invadía su espacio, y eso le gustaba. El cielo estaba
lleno de estrellas que le recordaban quién era y todo lo que había vivido, y,
aunque habían pasado varios siglos, todavía no podía olvidar a Rose, la única
de quien no había conseguido despedirse, pero también la única que se aseguró
de dejar en buenas manos. Sabía que John Smith no pudo fallarle en todo el
tiempo que hubieran pasado juntos. Ni a él, ni a ella. “Al menos estuvo en
buenas manos”, pensó. Se restregó una mano por la cara y bufó ligeramente,
como si fuera el suspiro de alguien que ve venir su fin.
Se dirigió a la TARDIS en la que había estado apoyando su
espalda toda la noche sin siquiera preocuparse por la taza que había
abandonado. Sería su último recuerdo para la Tierra. Abrió la puerta y se
decidió a encender los motores de su nave para volver una sola vez más a
Gallifrey. Sabía que allí ya no había nada, pero hacía ya casi cien años desde
que había sonreído por última vez y sentía cómo, poco a poco, se acercaba el
final de su vida, y aquel era un buen lugar para terminarla. Había dicho adiós
a tantas y tantas personas, a tantos compañeros de viaje, amigos y enemigos sin
los que, pensándolo fríamente, no podría haber llegado a ser quien era, que
ahora apenas podía pensar en seguir adelante sin ninguno de ellos. Cada vez se
sentía el hombre más solitario del universo.
La nave aterrizó sin hacer apenas ruido. Ella también
comenzaba a cansarse después de tanto tiempo. Abrió la puerta y contempló que
Gallifrey estaba desolado, vacío, sin apenas vida más allá de algunos bosques y
prados donde las hojas plateadas se agitaban con un suave viento y un murmullo
que le recordaba al sonido de los tambores. Cuatro golpes continuos que apenas
oía en su cabeza, tal y como había descrito el Amo. Pum, pum, pum, pum...
Cerró la puerta y bajó las escaleras de la TARDIS para
descansar en un pequeño hueco bajo la consola de mandos. Apoyó la espalda en
las almohadas de aquella alacena y se acurrucó sin dejar de oír aquellos
latidos. Eran cada vez más fuertes. Pum, pum, pum, pum... Sentía que se
acercaban a él. Puede que tarde o temprano fuera el destino de todo iniciado
por los Señores del Tiempo, volverse loco tras mirar en el Vórtice del Tiempo.
Pum, pum, pum, pum... Se tapó los oídos y cerró fuertemente los ojos intentando
no hacerles caso, pero continuaban sonando, estaban dentro de su cabeza. Pum,
pum, pum, pum...
- ¡No! – gritó desesperado
temiendo que la locura le fuera consumiendo lentamente.
- ¿Hola? – alguien golpeó
cuatro veces en la puerta de la TARDIS -. ¿Hay alguien aquí dentro? – repitió
una voz dulce.
El Doctor abrió los ojos y a pesar de que fuera quien
fuera ya no llamaba a su puerta, continuaba oyendo aquellos cuatro latidos. Se
levantó y asomó su cabeza a las escaleras. A través del cristal de la nave
podía ver a alguien mirando hacia el interior. “Imposible”, pensó cuando
la única explicación posible le vino a la cabeza. Subió las escaleras lo antes
posible y abrió ligeramente la puerta. Asomando un ojo pudo ver una joven
figura femenina que se alejaba un par de pasos moviéndose armoniosamente ceñida
en un vestido verde. Cuando oyó la puerta de la TARDIS se detuvo de golpe.
- ¿Quién eres? – preguntó
el Doctor bruscamente.
- Oh – dijo fingiendo
sorpresa todavía sin girarse -, creo que lo sabes muy bien – él no podía verle
la cara, pero sabía que estaba sonriendo.
- No. No lo eres. No puedes
serlo. Yo soy el último de los Señores del Tiempo. El único de los Señores del
Tiempo – cada frase que decía resaltaba cada vez más el milenio de edad que llevaba
a sus espaldas –. Y estoy muriendo.
Ella se quedó allí de pie. En silencio, esperando a que
aquel viejo huraño terminara de hablar, pero apenas le quedaban ya palabras.
Oyó chirriar la puerta, abriéndose algo más justo antes de cerrarse.
- Puedo ayudarte.
Aquellas palabras consiguieron detenerle por un segundo.
Ella se giró rápidamente y su melena castaña le cubrió por un momento la cara.
- No, no puedes – inició de
nuevo el movimiento con la puerta.
La joven metió el pie para evitar que cerrar la TARDIS
para siempre. Los viejos y descoloridos ojos del Doctor se cruzaron con los
jóvenes y verdes de ella el tiempo suficiente para para quedar enganchado.
Entonces supo que no podía terminar de aquella manera. No el último de los
Señores del Tiempo. No el único de los Señores del Tiempo. No el Doctor. Ella
le sonrió y él no tardó demasiado en hacer lo mismo. Por primera vez después de
tanto tiempo se sentía a punto de renacer. Abrió la puerta de la nave y pudo
ver en ella a Barbara, a Victoria y a Sarah Jane, a Tegan, a Melanie y a Grace,
a Martha, a Donna, a Amy, a Clara... A todos aquellos que había dejado atrás y
que jamás podría olvidar. Sin dejar de sonreír abrió de par en par las puertas
de la nave, como si se tratara de una vieja conocida a la que no podía dejar de
mirar sin sospechar de su origen. La joven le guiñó un ojo.
- Confía en mí, soy la
Companion.
LOS VIAJES DEL ABUELO
El joven Óscar se encontraba
abatido en su cama. Abrazaba fuertemente el diario de su abuelo, el cual había
fallecido días antes. Aún no sabía el porqué su abuelo le había confiado su
diario apenas unas semanas antes ni todo lo que ello le conllevaría en un
futuro nada lejano.
- Guarda esto contigo, pero no
puedes abrirlo hasta dentro de cincuenta días - le había dicho su abuelo
mirándolo tiernamente.
Ya había llegado ese día pero
ahí seguía él, inmóvil, incapaz de abrir y navegar por las páginas de aquel
diario.
El abuelo Ben siempre había
estado muy ligado a él. A menudo estaba fuera de la ciudad durante alargados
periodos de tiempo. Óscar lo esperaba impaciente en sus regresos para que le
contara las historias de sus viajes por el espacio y el tiempo con su amigo al
que Ben llamaba el Doctor.
Al hacerse mayor, comprendió
que las ausencias se deberían seguramente a temas laborales y que todo aquello
que le contaba su abuelo, aquellas historias de viajes galácticos simplemente
eran imposible, aunque él siguiese contándole aquellas historias con total
naturalidad ya de mayor.
Para afianzar sus relatos, su
abuelo siempre le mostraba una foto en la que salía acompañado por otro hombre.
Ben decía que ese hombre era el Doctor pero algo no cuadraba en esa foto. Sólo
había media foto, pues era evidente que estaba rota e incluso en el trozo que
mostraba siempre podría verse el zapato de una tercera persona. Posiblemente
era cualquier foto que recortó para estar sólo con otra persona que Óscar no
pudiese reconocer y así utilizarla para darle credibilidad a su misterioso
amigo.
Con los ojos empapados en
lágrimas Óscar se incorporó de su cama y avanzó hacia el escritorio, se sentó
en su silla y encendió una lamparita que de inmediato iluminó todo a su
alrededor. Miró fijamente el desgastado diario y finalmente se atrevió a
abrirlo.
Óscar quedó fascinado. Ante sí
aparecieron una inmensa cantidad de hojas que estaban repletas de anotaciones,
fechas y dibujos de extraños seres.
¿Qué era todo eso?. Mirando más
a fondo parecían ser los habitantes de los planetas a los que el abuelo Ben le
decía asistir. ¿Habría la imaginación de su abuelo creado un gran mundo en su
mente y lo había dejado plasmado en el papel para que su nieto no olvidara las
historias o qué era todo aquello?.
Empezó a hojear rápidamente el
resto del diario y al pasar una de las últimas páginas descubrió algo que lo
dejó descolocado. Había una foto. O mejor dicho parte de una foto. En la imagen
se podía ver una vieja cabina de policía inglesa y una persona. Una persona
cuyo pié estaba cortado de la foto al haber sido dividida en dos.
Era él, en la foto, Óscar,
junto a la cabina azul. Por un momento sonrió al recordar que su abuelo le
decía que viajaban en una antigua cabina pero pronto volvió al shock. No
entendía nada, el nunca había estado allí, ni había visto la cabina y lo más
perturbador de todo es que en la foto salía con la ropa que tenía en ese mismo
momento.
Fue entonces cuando vio que
todo comenzaba a tomar sentido. Bajó corriendo las escaleras hacia el salón y
recogió la foto rota que su abuelo siempre mostraba del él y el hombre
desconocido al contar sus historias y que su madre había colocado en el salón
tras su muerte . La saco del marco y volvió a subir corriendo a su habitación.
Unió impaciente ambos
fragmentos y la foto encajaba perfectamente. No podía separar la mirada de tan
desconcertante imagen cuando de repente un extraño sonido empezaba a llegar a
través de su ventana. Salió veloz a mirar, y allí, en el patio trasero, vio
como aparecía de la nada la cabina azul. Entonces Óscar comprendió que no sólo
volvería a ver a su abuelo, si no que ahora conocería realmente que hacia Ben
en las grandes ausencias de su infancia, ya que él mismo formaría parte de esas
aventuras.
-Abuelo Ben, Doctor… ¡allá voy!.
El Zoo de Galaptodar
Capítulo
1
Estaba entrando un Fax, y aquello era muy extraño
porque la Tardis no tenía un receptor de fax, pero sin duda uno estaba
entrando, el sonido era inconfundible. El Doctor, extrañado y maravillado
siguió por los pasillos de la Tardis aquel sonido, buscando su origen. Allí
estaba, en medio de un pasillo que juraría no haber visto hasta entonces, una
máquina de fax sobre una mesa, en medio del pasillo.
El mensaje que salía de la máquina escrito en un
papel era intrigante
“Ayúdame,
Doctor”
No decía nada más, ¿a quién tenía que ayudar? ¿Y
dónde? Estaba haciéndose esas preguntas cuando la máquina comenzó a funcionar
de nuevo. Esta vez el mensaje era más largo e incluso contenía un dibujo, era
una invitación.
Enhorabuena.
Ha resultado seleccionado para una visita guiada al zoo de Galaptodar, donde
habitan las más extrañas criaturas.
Era la primera vez que le mandaban una nota de
rescate junto con una invitación del lugar donde la persona era retenida. El
Doctor esbozo una sonrisa.
-Muy original- se dijo.
Galaptodar era una nave que viajaba entre planetas
ofreciendo entretenimiento para los niños, distintas razas mostrando unas
acrobacias y control del cuerpo que dejaba en ridículo al humano Circo del Sol.
Pero no tenía noticias de que Galaptodar hubiese montado un zoo. Nunca le había
gustado ver seres vivos en jaulas y la idea de ver posibles razas amigas
encerradas no le agradaba mucho al Doctor, pero había alguien en peligro y
debía ayudar.
Capítulo
2
Cuando llegó allí todo parecía bastante apagado, un hombre,
que apuntaba cosas en un cuaderno se le acercó.
-Lo siento, estamos a punto de cerrar. Tendrá que
volver mañana- Dijo amablemente.
-He recibido esta invitación- dijo el Doctor
mostrando el Fax que había recibido.
-Una invitación VIP, está de enhorabuena, mañana
podrá disfrutar de una visita guiada y al finalizar podrá elegir un ejemplar
para llevárselo a casa- dijo aquel hombre con clara intención de quitárselo de
encima.
Viendo que la invitación no era suficiente para que
aquel hombre lo dejara investigar le enseño su papel psíquico.
-Discúlpeme su alteza, no había sido avisado de su
llegada.- Su cara y su tono cambió de golpe, volviéndose muy servicial.
El hombre lo acompañó a la primera sala del tour y
al Doctor se le partieron los corazones, hasta donde le alcanzaba la vista
podía ver cientos de criaturas, de decenas de razas distintas encerradas en
jaulas sumidas en una especie de sueño. Odds, Judoons, Sontarans e incluso un
par de Cibermens.
-Son inofensivos, están fuertemente anestesiados y
no se mueven. No son tan vistosos de ver en estas condiciones pero de otra
forma sería imposible contenerlos- explicó el hombre al malinterpretar la cara
de disgusto del Doctor.
Este le sonrió como pudo, aunque algunas de aquellas
criaturas habían intentado matarlo en varias ocasiones no creía que aquel fuera
el lugar para ellas, aquello era inhumano, no merecían ese trato, no eran
juguetes para que la gente disfrutara de ellos.
Escuchó un ruido que le resultó familiar y corrió a
una escotilla de la nave. Atada a una cadena pudo observar triste una ballena
estelar. Esperaba que aquella no fuera la misma que había visto con Amy en
siglo XXXIII, aquella de quien dependía la vida de un país entero. No lo era,
podía ver que no lo era. Sonrió recordando a la chica que esperó. Saber que la
ballena a la que liberó no era la última la habría alegrado. La echaba de
menos.
-¿Por qué gastar dinero en combustible si puedes
tener una ballena tirando de la nave? Eficiencia máxima, atracción turística y ahorro
de combustible- Dijo el hombre con una sonrisa.
Reprimiendo su rabia el Doctor quiso acelerar su
búsqueda del responsable de la llamada de socorro. Barajó la posibilidad de que
cualquiera de esas criaturas enjauladas fuera quien escribió ese mensaje pero
rápidamente lo descartó, con aquel nivel de sedación era prácticamente
imposible que pudieran siquiera abrir los ojos.
-Me han hablado de una criatura que sí mantienen
despierta- dijo marcándose un farol.
-Es usted una persona impaciente su alteza. Le han
hablado bien. Es un ejemplar magnifico y somos el primer zoo en tener uno de
ellos. Venga conmigo, se lo mostraré- le insto sonriente.
No había nada que se lo indicara pero el Doctor
tenía la sospecha de que aquella criatura que mencionaba era un humano.
Mientras cruzaban aquella triste sala repleta de algunos de sus peores enemigos
solo podía pensar angustiado en quién sería la persona que encontraría.
Intentaba quitar de su cabeza la idea que le hablaba de que probablemente fuera
cualquiera de sus antiguas compañeras, no podría soportar que hubieran sufrido
el estar en un lugar así ni un solo segundo.
-¿Es la nueva moda?- le dijo aquel extraño hombre al
Doctor con tono vacilón.
-¿Perdón?- contestó extrañado el Doctor.
-Llevar una manga de la camisa remangada y la otra
no- dijo el hombre señalándole.
El Doctor bajó la vista. Era cierto, llevaba una
manga de la camisa remangada. En su brazo una marca. Aquel zoo debía tener
hasta Silents. Eso inquietó al Doctor.
Cuando al fin salieron de aquella lamentable sala
siguieron un corredor que desembocaba en una habitación. En aquella sala una
sábana cubría una jaula, allí estaba seguro se encontraría quien había ido a
buscar. Algo distrajo su atención de la jaula, en una de las paredes de aquella
sala había una decena de pantallas que mostraban todos los recovecos de aquella
nave, cada sala, cada pasillo.
-¿Por qué hay pantallas en esta sala?- Preguntó
extrañado sin quitar ojo de las pantallas. No tenía sentido que el secuestrado
pudiese observar todos los movimientos de sus captores.
-Para que pudiese vigilar todo desde aquí- contestó
muy seguro y serio el hombre.
-¿Quién?- preguntó extrañado.
-Doctor- Aquella voz metálica le puso los pelos de
punta. Reconocería esa voz en cualquier lugar. Nunca olvidas la voz de un
Dalek.
Cuando el Doctor se giró algo le golpeó la cabeza.
Capítulo
3
Le despertó una discusión, aún estaba aturdido, la
cabeza le dolía mucho y se cayó al intentar levantarse del suelo, estaba muy mareado.
Seguía en aquella sala llena de pantallas y la
discusión provenía de una de ellas.
-¡Ese era el trato! Me ayudabas a capturarlo y
encerrarlo y así no os causaría problemas nunca más. – Argumentaba enfadado el
hombre que lo había traicionado.
-El Doctor debe ser exterminado- contestaba aquel
odioso Dalek.
-No te lo permitiré, es mi atracción, es el último
señor del tiempo ¡y es mío!- gritó el hombre golpeando al Dalek.
El pobre hombre ni siquiera vio venir el rayo que lo
mató. “Nunca te fíes de un Dalek” pensó el Doctor. Aquel hombre muerto le había
tendido una trampa perfecta, no había sospechado en ningún momento. No había
nadie a quien rescatar.
Debía darse prisa pues según pudo ver en las
pantallas el Dalek se había puesto en movimiento en dirección a la sala donde
se encontraba. El Doctor corrió hacia la puerta e intentó abrirla con su
destornillador sónico. Nada. Por supuesto. La puerta era de madera.
El Dalek se acercaba y no había nada que el Doctor
pudiera hacer, rastreó por toda la habitación con su destornillador sónico pero
no encontró ninguna salida. Intentó echar la puerta debajo de un golpe pero eso
solo le dejó un fuerte dolor en el hombro. No había forma de escapar.
Se sentó a esperar su fatal destino.
Y entonces una nota pasó por debajo de la puerta.
Deberías
correr
La puerta se abrió. El Doctor se asomó, pero no
había nadie allí. Le hubiese encantado quedarse para investigar quien le había
dado la oportunidad de escapar o qué era aquel ruido de gritos y golpes que
escuchaba, pero no tenía tiempo que perder, el Dalek no tardaría en llegar.
El único camino posible era el que pasaba por la
sala de las jaulas y al abrir la puerta que llevaba a dicha sala se quedó
boquiabierto. El ruido cesó. Allí estaban los causantes, las criaturas antes
encerradas habían estado luchando entre ellas hasta la llegada del Doctor.
Todas le miraban, habían dejado de matarse unas a otras y ahora solo le miraban
a él.
-Bonita fiesta- Es lo único que pudo decir antes de
que decenas de sus peores enemigos se lanzaran a por él.
El Doctor dio un paso atrás y volvió al pasillo que
llevaba a su celda. Afortunadamente la puerta que acababa de abrir no era de
madera y pudo cerrarla con su destornillador sónico justo cuando llegaban las
criaturas. Estaba encerrado.
Empezaron a golpear la puerta salvajemente y el
Doctor pudo comprobar que esta no aguantaría mucho. Pero no tenía donde ir.
Algunos de sus peores enemigos le cortaban su paso hasta la salida, hasta la
Tardis.
No era especialmente fuerte, pero se dio cuenta de
que podía aguantar en lo alto el tiempo suficiente apoyándose con sus brazos y
piernas en las dos paredes del pasillo, suspendido en el aire. Y así lo hizo,
se encaramó hasta el marco superior de la puerta y desde allí la abrió con el
destornillador sónico. Una avalancha de criaturas pasó bajo sus pies, tan
cegadas de odio hacia él que corrían por el pasillo que les llevaría a la
celda. Cuando todas habían pasado el Doctor se dejó caer, entró en la sala de
las jaulas y cerró la puerta por el otro lado. Se había librado de todas. De
todas menos una. En aquella sala, donde antes estuvieron las criaturas
encerradas, ahora llena de cuerpos de los caídos en combate se encontraba, de
pie, mirándole desde el otro lado de la sala el Dalek. No había caído en la
estratagema del Doctor.
Por el rabillo del ojo podía ver, justo al otro lado
de la sala el pasillo por el que había entrado al llegar, aquel que lo llevaría
a la Tardis.
El Doctor empezó a correr justo cuando el Dalek le
disparaba, esquivando el mortal ataque por muy poco. Sabía que era inútil
enfrentarse a él, aún estaba mareado por el golpe en la cabeza y las
posibilidades de sobrevivir a un enfrentamiento directo era ínfimas. Solo
quedaba correr.
Se parapetó detrás de una columna, pero un rayo del
Dalek la destruyó por completo. No tenía donde cubrirse y empezó a correr,
sabía que no llegaría a la Tardis antes de que el Dalek volviese a disparar, y
ya no tenía donde cubrirse. Apuntó con su destornillador sónico a la lámpara
que colgaba entre ellos e hizo incrementar la luz que emitía, aquello cegó
temporalmente al Dalek que falló su tercer disparo. El Doctor llegó a la Tardis
cuando un cuarto disparo impactaba cerca de él. Estaba a salvo. Pero aún tenía
cosas que hacer.
Dirigió la Tardis al frente de la nave y entró en la
sala de mandos con su destornillador sónico. Lo apuntó al panel de control y
dirigió la nave al planeta deshabitado más cercano. No podía evitar que muchas
de aquellas criaturas se mataran entre ellas, pero sí podía evitarles la muerte
segura que les supondría su siguiente acción.
Una vez fijado el rumbo de la nave y alejado de esta,
desde la puerta de su Tardis soltó a la ballena estelar, dejándola libre. Quién
sabe, quizá pudiera encontrar a su compañera perdida y perpetuar su especie. “Al
menos algo bueno ha salido de esta aventura” pensó el Doctor mientras veía la
nave seguir el rumbo que la había marcado.
Con la Tardis alejándose de aquel terrífico lugar se
dejó caer en el suelo. Aún estaba jadeando. Había estado cerca de morir. Pero
no podía dejar de pensar en una cosa, ¿quién había abierto la puerta de la
celda?
Y los premios que pronto recibirán son:
Primer premio:
Un destornillador sónico del 11º Doctor
Un ejemplar del libro de Marcos Muñoz "La bendición de la Muerte Fatal"
Un DVD de Doctor Who Clásico
Una postal whovian
Segundo y tercer premio:
Un pack de dos min idestornilladores sónicos para Nintendo DS
Modalidad de Cosplay:
El ganador ha sido Al Burton por su caracterización del 4º Doctor, en la que se ha valorado la exactitud de la vestimenta y la atención a los detalles.
Y los premios que va a recibir son:
Destornillador sónico del 11º Doctor.
Un ejemplar en inglés del libro de Marcos Muñoz "La Bendición de la Muerte Fatal".
Un DVD de Doctor Who Clásico.
Una postal whovian.
Modalidad de dibujo:
La ganadora ha sido Isara por su obra en la que podemos ver reunidos a todos los personajes de la serie de Doctor Who 2005.
Y sus premios son:
Destornillador sónico del 11º Doctor.
Un poster exclusivo.
Un dibujo de Cels Piñols.
Un DVD de la serie clásica.
Una postal whovian.
¡Enhorabuena a todos los ganadores y muchas gracias a participantes y votantes!
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